DESDE EL PRINCIPIO
En los comienzos del siglo XX en nuestro país, la fuerte influencia de las ideas de origen socialista provenientes del hemisferio norte sumadas a la presión ejercida por los trabajadores, muchas veces cruelmente explotados y cuya organización diera paso a la creación de un incipiente sindicalismo, logró lentamente que la Argentina se aproximara a la legislación de seguridad social existente a nivel mundial. Como suele ser habitual en estas latitudes, estas buenas intenciones fueron sistemáticamente violadas por los empleadores, devenidos más que nunca en «patrones», con la complicidad silenciosa o no tanto de los gobiernos de turno. Esto cambió radicalmente con la llegada al poder del presidente Juan Domingo Perón, que no solo se empeñó en el efectivo cumplimiento de estas normas jurídicas postergadas, sino que incorporó más y mejores leyes, en lo que sería un giro de ciento ochenta grados en política de derechos laborales y sociales.
El respeto por estos derechos fue «apareciendo» y «desapareciendo» de acuerdo a los permanentes vaivenes políticos del país, transformando muchas veces a los beneficios sociales, duramente ganados con lucha y tantas veces con sangre, en la moneda de cambio del fracaso de sucesivas políticas económicas.
Esto nos ha llevado -al día de hoy- a una situación en la que si bien los sectores del llamado capitalismo salvaje han abandonando, por la resistencia popular, la eterna idea de abolir las instituciones de la seguridad social argentina para absorber privadamente sus posiblemente sustanciosas funciones (esto tal vez por falta de gobiernos militares, tantas veces sustentadores de este ideario), se han empecinando entonces, en hacerlas quebrar económicamente. Otro camino para arribar al mismo objetivo. Para esto ya no necesitaron de los gobiernos de facto, ya que encontraron apoyo en sectores plenos de corrupción enquistados en los partidos políticos democráticos. Esto nos lleva a la gran paradoja de que el partido político que impuso el sistema mas acabado de seguridad social, fue el que lo atacó más violentamente en la década de los noventa.
En lo que a los trabajadores del Instituto se refiere hemos presenciado la más brutal de las demoliciones de la institución, ya que por medio de las intervenciones y los directorios puestos a dedo, se ha ido convirtiendo al PAMI de una institución modelo en el mundo, en un emblema de la corrupción y la incapacidad, cuyas víctimas visibles hemos sido, como siempre, los jubilados que han visto decaer sus prestaciones hasta niveles mínimos y los trabajadores, responsabilizados errónea y eternamente por la debacle institucional por una sociedad desinformada aviesamente y por lo tanto ignorante de la realidad.
Los trabajadores de PAMI junto a los jubilados nos hemos resistido a este despojo con movilizaciones, paros y denuncias, nuestros legítimos instrumentos de protesta. No siempre hemos tenido éxito en nuestra lucha, pero contamos con innumerables victorias que han permitido entre otras cosas evitar la implementación de las redes prestacionales, la eliminación de Programa Pro-Bienestar o el gerenciamiento prestacional. Apartir de hoy y de cara a un nuevo gobierno nos corresponde el deber tanto de preservar al Instituto de la corrupción y la ineficiencia, como de alertar a la opinión publica si aparecieran los habituales «salvadores de la patria», que habitualmente suelen infiltrarse en todos los nuevos gobiernos, pero que en realidad son viejos conocidos que solo pretenden ejercer su rapiña. Por todo esto mis queridos compañeros, nuestra lucha no ha terminado sino que se renueva cada día ya que mucho hicimos, pero mucho más es lo que deberemos hacer en el futuro.
Entonces, DESDE EL PRINCIPIO.